Generosidad

Estamos acostumbrados a ser noticia por las broncas, a recrearnos en los fracasos y a no valorar los éxitos cuando el protagonista es otro.

Lo ‘nuestro’ es bueno y lo de ‘los otros' es malo, así de sencillo, porque sí, porque siempre ha sido así o porque nadie se ha parado o no ha querido pararse a pensar otra cosa.

Esta teoría general que habitualmente se aplica a rajatabla tiene sus excepciones, pocas, pero las tiene.

Estos días no han sido ni una ni dos, sino bastantes más, las personas que se me han acercado en la calle para mostrar su satisfacción por el acuerdo alcanzado entre todos los grupos políticos del Ayuntamiento acerca de la importante modificación de créditos -14M€- a propuesta, en un principio, por el Gobierno municipal y a la que todos pudimos hacer nuestras  aportaciones.

La cosa tiene más mérito si tenemos en cuenta que estamos en el último año de mandato y que a estas alturas nadie regala nada, al contrario, con todos los partidos engrasando sus maquinarias electorales cualquier atisbo de acuerdo es mirado con lupa no, ¡al microscopio!.

Conscientes de que lo que había en juego era importante para Irun, todos hemos dejado cosas en el camino durante la negociación para alcanzar un consenso lo más amplio posible.

Solo escuchar su nombre nos evoca un sinfín de emociones. Desde admiración y respeto, hasta rabia e indignación, valentía, libertad, asco y desprecio por sus asesinos, repulsa, condena… seguro que a cada cual nos despierta un sentimiento particular y especial el nombre de Miguel Ángel Blanco. 

Tenía 29 años y toda una vida por delante, con sus planes, sus ilusiones y preocupaciones, como cualquiera a su edad. Le encantaba la política y aportaba su granito de arena siendo concejal en su pueblo, en Ermua. 

En la fotografía, tomada en 1996, nadie podía imaginar la tragedia que se nos venía encima. Nadie excepto las mentes criminales de quienes planearon y llevaron a la práctica su secuestro y asesinato en aquellos terribles días de julio de 1997.

Tampoco podían imaginar sus asesinos la reacción de la sociedad ante tamaña salvajada, consecuencia de su macabra táctica de 'socializar el sufrimiento' y que iba a marcar el principio de su final.